La sociedad europea del siglo XIX había vivido una época de cambios
económicos, sociales, políticos e ideológicos. A consecuencia de esto,
el conjunto de reglas que habían dominado la música de la época Barroca,
Clásica y Romántica se resquebrajó en la práctica durante 1880-1890.
Este cambio afectó a casi todos los aspectos en los que trabaja el
compositor: formas musicales, elementos melódicos y rítmicos, e
instrumentación.
Pero, la mutación más radical y profunda se produjo en el campo
armónico. La tonalidad había regido la música occidental durante más de
tres siglos y era considerada principio inmutable. A fines del siglo XIX
comenzó a derrumbarse. Los músicos europeos reaccionaron de diferente
manera, pero todos tenían un denominador común: sobrepasar los límites
del sistema armónico y rechazar las exigencias de la tonalidad con
constantes violaciones de las leyes armónicas tradicionales.
Puede afirmarse que a fines del 1800 empezó un período de profunda
crisis del lenguaje musical que en cierta manera no ha terminado
todavía.
La desmitificación del sistema tradicional se debía en parte al
descubrimiento de las músicas antiguas y medievales y la de los países
no europeos.
La búsqueda del nuevo lenguaje puede resumirse en dos principales
direcciones, opuestas entre sí. La primera se apartaba de la función
tonal constructiva y sostenía la tonalidad armónica por otra de carácter
melódico, iniciada por Claude Debussy. La otra, se orientaba a la
tendencia atonal gracias a la emancipación de la disonancia, iniciada
por Arnold Schöemberg.
Estas dos tendencias producen la desaparición de la unidad por el
pluralismo de los siglos precedentes. Esto, traslucía la evolución de la
época: diversidad de modos de querer organizar la sociedad y pluralismo
en las corrientes de pensamiento.
La música del siglo XX fue una violenta reacción contra la romántica, ya
que esta última tenía como finalidad expresar emociones subjetivas,
desarrollo de argumento, armonías complejas y grandes orquestas
sinfónicas. Punto culminante de todo esto fue Richard Wagner.
Durante el período que va de 1880 a 1900 aparecieron una serie de
compositores decididos a encontrar nuevas formas de expresión y
perspectivas de futuro.
El primero de estos compositores Gustav Mahler en cuyas obras la
tonalidad se expansionará, aunque sin llegar a perder el control de la
misma. Por la manera de expresar sus vivencias personales, abrirá la
puerta a la experiencia expresionista de la generación posterior. Va a
influir de manera decisiva sobre Arnold Schöenberg.
El músico francés Claude Debussy, además de renovar en el campo melódico
y rítmico, creará un concepto nuevo de tonalidad al considerar los
acordes musicales desvinculados de toda función. En su música, los
acordes aparecen como fenómenos sonoros autónomos. El abre el camino,
del impresionismo musical.
El tercer precursor fue Richard Strauss cuya escritura armónica, en
alguna de sus obras no tiene cohesión tonal. Redujo la orquesta de
muchas de sus composiciones y consiguió sustituir el volumen sonoro por
una mayor claridad expositiva de las diferentes voces. Esta tendencia a
la simplicidad, propia de la música de cámara, perdurará durante
décadas. El punto culminante de su evolución, lo lleva a la música
expresionista del siglo XX, aunque en su última etapa haya una regresión
a un lenguaje sin inquietudes y a una estética galante,
desinteresándose de la evolución y del progreso musical.
El compositor ruso Alexander Scriabin, aportó fórmulas sonoras audaces,
su ambición era relacionar los tonos, con el espectro del color, cosa
que fascinó a los artistas expresionistas. Aunque no pudo superar al
romanticismo, en algunas composiciones, abrió el camino hacia la
atonalidad y hacia la abstracción, vía que seguirá entre otros, a Arnold
Schöemberg.
En esta historia, puede verificarse que los profundos desarrollos de
ciertos planos se apoyan invariablemente en una radical simplificación
de otros, cuando no en el abandono o rechazo de ciertas prácticas: así
se constituye la evolución del lenguaje en la música occidental, cabe
decir, que el precio del progreso es inmanente al progreso mismo.
Para terminar, vale citar lo que el compositor alemán Adrián Leverkühn
sostiene y es que la música es un matorral: melodía, forma e
instrumentación se han desarrollado históricamente sin plan y con entera
independencia unos de otros. Cuando uno de estos elementos progresa
históricamente, continúa Leverkühn, los otros suelen quedar en un lugar
residual y cuanto más se desarrollan ciertos elementos, más necesaria es
la organización racional en su conjunto, que acabe con el desequilibrio
y evite que un elemento se convierta en mera función de otro.
Bibliografía general y ampliatoria:
La Música del S.XX, Robert Morgan (Edit.Akal 1994)
Historia de la Música 2da.parte: El siglo XIX, Claudio Casini (Edit.Turner publ.S.L. 2011)
Doctor Faustus, Thomas Mann (Edit. Sudamericana 1959)
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