domingo, 12 de agosto de 2018

El siglo XIX y el progreso musical. Bettina di Franco





La sociedad europea del siglo XIX había vivido una época de cambios económicos, sociales, políticos e ideológicos. A consecuencia de esto, el conjunto de reglas que habían dominado la música de la época Barroca, Clásica y Romántica se resquebrajó en la práctica durante 1880-1890.
Este cambio afectó a casi todos los aspectos en los que trabaja el compositor: formas musicales, elementos melódicos y rítmicos, e instrumentación.
Pero, la mutación más radical y profunda se produjo en el campo armónico. La tonalidad había regido la música occidental durante más de tres siglos y era considerada principio inmutable. A fines del siglo XIX comenzó a derrumbarse. Los músicos europeos reaccionaron de diferente manera, pero todos tenían un denominador común: sobrepasar los límites del sistema armónico y rechazar las exigencias de la tonalidad con constantes violaciones de las leyes armónicas tradicionales.
Puede afirmarse que a fines del 1800 empezó un período de profunda crisis del lenguaje musical que en cierta manera no ha terminado todavía.
La desmitificación del sistema tradicional se debía en parte al descubrimiento de las músicas antiguas y medievales y la de los países no europeos.
La búsqueda del nuevo lenguaje puede resumirse en dos principales direcciones, opuestas entre sí. La primera se apartaba de la función tonal constructiva y sostenía la tonalidad armónica por otra de carácter melódico, iniciada por Claude Debussy. La otra, se orientaba a la tendencia atonal gracias a la emancipación de la disonancia, iniciada por Arnold Schöemberg.
Estas dos tendencias producen la desaparición de la unidad por el pluralismo de los siglos precedentes. Esto, traslucía la evolución de la época: diversidad de modos de querer organizar la sociedad y pluralismo en las corrientes de pensamiento.
La música del siglo XX fue una violenta reacción contra la romántica, ya que esta última tenía como finalidad expresar emociones subjetivas, desarrollo de argumento, armonías complejas y grandes orquestas sinfónicas. Punto culminante de todo esto fue Richard Wagner.
Durante el período que va de 1880 a 1900 aparecieron una serie de compositores decididos a encontrar nuevas formas de expresión y perspectivas de futuro.
El primero de estos compositores Gustav Mahler en cuyas obras la tonalidad se expansionará, aunque sin llegar a perder el control de la misma. Por la manera de expresar sus vivencias personales, abrirá la puerta a la experiencia expresionista de la generación posterior. Va a influir de manera decisiva sobre Arnold Schöenberg.
El músico francés Claude Debussy, además de renovar en el campo melódico y rítmico, creará un concepto nuevo de tonalidad al considerar los acordes musicales desvinculados de toda función. En su música, los acordes aparecen como fenómenos sonoros autónomos. El abre el camino, del impresionismo musical.
El tercer precursor fue Richard Strauss cuya escritura armónica, en alguna de sus obras no tiene cohesión tonal. Redujo la orquesta de muchas de sus composiciones y consiguió sustituir el volumen sonoro por una mayor claridad expositiva de las diferentes voces. Esta tendencia a la simplicidad, propia de la música de cámara, perdurará durante décadas. El punto culminante de su evolución, lo lleva a la música expresionista del siglo XX, aunque en su última etapa haya una regresión a un lenguaje sin inquietudes y a una estética galante, desinteresándose de la evolución y del progreso musical.
El compositor ruso Alexander Scriabin, aportó fórmulas sonoras audaces, su ambición era relacionar los tonos, con el espectro del color, cosa que fascinó a los artistas expresionistas. Aunque no pudo superar al romanticismo, en algunas composiciones, abrió el camino hacia la atonalidad y hacia la abstracción, vía que seguirá entre otros, a Arnold Schöemberg.
En esta historia, puede verificarse que los profundos desarrollos de ciertos planos se apoyan invariablemente en una radical simplificación de otros, cuando no en el abandono o rechazo de ciertas prácticas: así se constituye la evolución del lenguaje en la música occidental, cabe decir, que el precio del progreso es inmanente al progreso mismo.
Para terminar, vale citar lo que el compositor alemán Adrián Leverkühn sostiene y es que la música es un matorral: melodía, forma e instrumentación se han desarrollado históricamente sin plan y con entera independencia unos de otros. Cuando uno de estos elementos progresa históricamente, continúa Leverkühn, los otros suelen quedar en un lugar residual y cuanto más se desarrollan ciertos elementos, más necesaria es la organización racional en su conjunto, que acabe con el desequilibrio y evite que un elemento se convierta en mera función de otro.
Bibliografía general y ampliatoria:
La Música del S.XX, Robert Morgan (Edit.Akal 1994)
Historia de la Música 2da.parte: El siglo XIX, Claudio Casini (Edit.Turner publ.S.L. 2011)
Doctor Faustus, Thomas Mann (Edit. Sudamericana 1959)


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